El Señor D, un dominicano residente en los Estados Unidos, había trabajado incansablemente para asegurar un futuro en su tierra natal.
Ahorró durante años con un objetivo claro: invertir en el creciente boom inmobiliario de la República Dominicana.
Un amigo le recomendó una desarrolladora que parecía seria y prometedora. Sin viajar al país, el Señor D se enamoró del proyecto a través de folletos brillantes y videos en línea.
Convencido de la oportunidad, decidió comprar no uno, sino dos apartamentos sobre planos en un desarrollo de lujo en Santiago de los Caballeros.
Hizo los pagos iniciales, firmó los contratos a distancia y, con el tiempo, completó el pago total de las propiedades, enviando el dinero desde EE. UU.
El Señor D se sintió satisfecho con su "inversión pasiva". Confiaba ciegamente en la desarrolladora y en el contrato que tenía. Pasaron casi tres años sin que él pisara la isla, pues pensaba que su presencia no era necesaria: ya había pagado, solo faltaba recibir las llaves.
Llegó el día tan esperado. El Señor D voló a Santiago de los Caballeros, emocionado por ver sus dos nuevas propiedades. Se presentó en la oficina de la desarrolladora para completar el proceso de entrega de llaves y obtener sus Certificados de Títulos.
La realidad que lo esperaba era un mazazo.
En lugar de llaves, el Señor D recibió excusas vagas y miradas nerviosas. Después de insistir, la verdad salió a la luz: la misma desarrolladora, aprovechando la ausencia y la confianza del Señor D, había vendido los dos apartamentos a otros compradores mucho antes de que se terminara la construcción.
Estos nuevos dueños ya estaban ocupando los inmuebles y, lo que era peor, poseían los Certificados de Títulos registrados legalmente a su nombre en el Registro de Títulos.
El Señor D, con sus contratos y comprobantes de pago en mano, se encontró sin propiedades y con un problema legal gigantesco. Buscó inmediatamente a Abogados Siglo 21.
"Señor D," le explicó el abogado, "usted es víctima de un fraude, pero la batalla es compleja. Aunque usted pagó y tiene un contrato, el derecho dominicano protege al tercero de buena fe que inscribe su título primero."
La firma tuvo que iniciar un largo y tedioso proceso de acción penal y civil contra el dueño de la desarrolladora por Estafa y daños y perjuicios.
El Señor D perdió años en litigios, y su única esperanza era recuperar el dinero pagado (que era una cantidad considerable) y los daños y perjuicios, pues recuperar los apartamentos ya no era una opción legal viable.
Su sueño de inversión se convirtió en una pesadilla legal y financiera por no haber seguido dos reglas de oro.
La Moraleja
En la inversión inmobiliaria, la confianza sin verificación es negligencia. ¡Investigue y dé seguimiento!
Investigar antes de invertir: Jamás compre grandes bienes a distancia sin contratar una firma de abogados que haga un estudio de Due Diligence de la desarrolladora, sus antecedentes y sus licencias.
Un contrato firmado no vale nada si la empresa es fraudulenta o inestable.
El seguimiento es vital: Cuando invierte sobre planos, debe monitorear el avance de la construcción y, lo más importante, asegurarse de que su contrato de compra sea anotado en el Registro de Títulos para prevenir la doble venta.
Dejar la inversión a su suerte es darle una invitación abierta al fraude. Su presencia legal es tan importante como su pago.