La corrupción es uno de los problemas más persistentes y debatidos en la República Dominicana.
Aunque en las últimas décadas se han impulsado iniciativas para mejorar la transparencia y fortalecer la persecución penal, una parte significativa de la población continúa percibiendo estos procesos con escepticismo.
La desconfianza no es un fenómeno aislado, sino el resultado de una combinación de factores históricos, institucionales y sociales que han moldeado la relación entre ciudadanía, sistema judicial y clase política.
Este artículo explora las raíces de esa desconfianza, sus manifestaciones actuales y los desafíos que plantea para la construcción de un Estado más confiable y eficiente.
Una historia marcada por la impunidad
Para entender la desconfianza actual, hay que mirar atrás. Durante décadas, la República Dominicana ha experimentado múltiples escándalos de corrupción que rara vez han culminado en condenas firmes. La percepción de impunidad ha sido alimentada por:
Procesos que nunca llegan a juicio
Investigaciones que se anuncian con gran impacto mediático, pero que terminan archivadas o durmiendo en los tribunales, generan la sensación de que las autoridades actúan más por presión social que por verdadera voluntad.
Acuerdo políticos y clientelismo
La tradición de pactos entre élites políticas y económicas ha fortalecido la percepción de que ciertos actores “nunca caen”, sin importar la gravedad de las acusaciones.
Sistemas de control débiles
Durante mucho tiempo, la falta de órganos de control independientes ha permitido que varias instituciones evadan la fiscalización efectiva.
Estos elementos históricos han creado un marco mental en la ciudadanía: el convencimiento de que los acusados por corrupción cuentan con ventajas, protecciones y mecanismos para evitar consecuencias reales.
La percepción actual: avances insuficientes
En los últimos años, el país ha sido testigo de múltiples casos de alto perfil, procesos judiciales extensos y un Ministerio Público que ha buscado mostrar mayor independencia.
Sin embargo, pese a estos esfuerzos, una fracción importante de la población sigue desconfiando. ¿Por qué?
1. Procesos excesivamente largos
Muchos casos de corrupción tardan años en llegar a un fallo definitivo. Para la ciudadanía, estos plazos prolongados generan la impresión de que el sistema está diseñado para que el tiempo juegue a favor de los imputados.
La lentitud se interpreta como una táctica deliberada que desgasta el interés público y debilita las posibilidades de una condena.
2. Complejidad procesal e incomprensión pública
Los casos de corrupción suelen involucrar cientos de documentos, informes periciales, movimientos financieros y estructuras complejas.
Para el ciudadano común, este tipo de procesos se percibe como una maraña legal que favorece a quienes tienen recursos para contratar equipos especializados de defensa.
La falta de comunicación clara de parte de las autoridades solo aumenta la confusión y alimenta la sospecha.
3. Selectividad percibida
Aunque actualmente se ven más acusaciones que en el pasado, muchos dominicanos consideran que los procesos son selectivos. Se cree que:
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se persigue a quienes no tienen poder político en el momento,
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se favorece a aliados,
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se actúa por motivaciones electorales,
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o se utiliza la justicia como herramienta de presión.
Esta percepción erosiona cualquier avance real.
4. Sospechas sobre la independencia judicial
Aunque el Ministerio Público ha intentado mostrarse independiente, sectores de la población consideran que todavía existen vínculos entre el sistema judicial y los poderes político y económico.
El simple rumor de que “todo se negocia” basta para debilitar la confianza en las investigaciones.
El papel de los medios y las redes sociales
Los medios tradicionales y las redes sociales tienen un papel clave en la construcción de la percepción pública. Con frecuencia:
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se amplifican acusaciones sin contexto,
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se difunden teorías conspirativas,
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se promueve sensacionalismo,
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y se polariza la opinión pública.
Las redes sociales, en particular, se han convertido en un espacio donde los procesos judiciales son “juzgados” antes de que se presenten pruebas.
Esta dinámica genera ruido informativo y contribuye al escepticismo generalizado.
El impacto emocional: cansancio y desesperanza
Más allá de los elementos técnicos y estructurales, existe un componente emocional profundo. La población dominicana está cansada.
Cada nuevo escándalo confirma la idea de que “nada cambia”. La corrupción afecta la calidad de vida, desde la educación y la salud hasta la seguridad y el transporte.
Cuando un ciudadano siente que los recursos que paga en impuestos no se usan correctamente, la frustración se transforma en una desconfianza sistémica.
Este desgaste emocional provoca que incluso cuando se presentan avances reales, la ciudadanía los reciba con reservas, como si se tratase de promesas que ya han escuchado muchas veces sin resultados.
La importancia de la transparencia y la comunicación
Una de las principales quejas es la falta de información clara y accesible sobre el estado de los casos. La transparencia no solo se logra con documentos públicos, sino también con:
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explicaciones claras,
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comunicación periódica,
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lenguaje comprensible,
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y pedagogía jurídica.
Mientras los dominicanos no comprendan lo que está ocurriendo en cada etapa de un proceso, seguirán sintiendo que “algo se esconde”.
¿Qué se necesita para recuperar la confianza?
Reconstruir la confianza es un proceso largo y complejo, pero no imposible. Algunas medidas clave incluyen:
1. Independencia institucional real y verificable
No basta con proclamar independencia; debe percibirse y demostrarse con acciones coherentes.
2. Celeridad sin sacrificar el debido proceso
La justicia tardía es, para muchos, justicia negada. Acelerar los procesos con más tecnología, más personal capacitado y mejores herramientas investigativas es esencial.
3. Transparencia radical
La población debe tener acceso claro y oportuno a la información. La comunicación institucional debe mejorar.
4. Educación ciudadana
La alfabetización jurídica básica ayudaría a la población a entender mejor los procesos y disminuiría la percepción de manipulación.
5. Continuidad y coherencia
Un sistema que persigue la corrupción de manera consistente, sin importar colores políticos, genera credibilidad a largo plazo.
Conclusión
La desconfianza de la población dominicana hacia los procesos penales que persiguen la corrupción no surge de la nada.
Es el resultado de décadas de impunidad, desigualdad, falta de transparencia y uso político del sistema judicial.
Aunque existen avances importantes, estos todavía no han sido suficientes para revertir la percepción colectiva.
La ciudadanía dominicana desea un sistema que funcione, que no seleccione a quién perseguir, que actúe con firmeza y que esté blindado contra presiones externas.
La reconstrucción de la confianza requiere tiempo, voluntad política, reformas profundas y un compromiso serio con la transparencia.
Mientras ese cambio no sea palpable, la desconfianza seguirá siendo una constante en la vida democrática del país.






